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La palabra de la cruz

En los relatos de Pablo vemos claramente su profunda relación con la cruz de Cristo. El apóstol no se propuso saber otra cosa que no fuera Jesucristo y este crucificado. Rechazó gloriarse en cualquier cosa que no fuera la cruz; toda su vida y predicación giraban en torno a ese sacrificio redentor. Pablo se oponía firmemente a aquellos que banalizaban o contradecían el mensaje de la cruz, lo cual le causaba llanto y tristeza. Además, sentía la necesidad de advertir a las iglesias sobre estas personas.

Un claro ejemplo de esto lo encontramos en su carta a los filipenses, donde dice: “Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aún ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo” (Filipenses 3:18).

Aunque Pablo ya había advertido sobre este tipo de personas en varias ocasiones, es en este texto donde, por primera vez, se refiere a ellos como “enemigos de la cruz”. Estos enemigos eran muchos y andaban “por ahí”. Este término no hace referencia a un lugar físico, sino a individuos dentro de la comunidad cristiana que, aunque no ocupaban una posición visible de liderazgo, ejercían una influencia peligrosa sobre los creyentes.

“Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aún ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo”

¿Quiénes eran estos enemigos de la cruz? Por un lado, estaban los judaizantes, quienes ponían más énfasis en los rituales y la ley mosaica que en la obra de Cristo.

Por otro lado, había aquellos que, aunque aparentemente aceptaban el mensaje de la cruz, vivían según sus deseos carnales, sin una transformación de vida genuina . En Filipenses 3:19 vemos algunas características de estos individuos. “El fin de los cuales será conforme a sus obras; el dios de ellos es el vientre, y su gloria está en su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal.

Hoy en día, tristemente, los enemigos de la cruz siguen existiendo. Son aquellos que no valoran la predicación de la cruz, alteran el mensaje para su propio beneficio, o cuya vida no refleja el poder transformador del sacrificio de Cristo.

Estas influencias pueden provenir de ideologías externas o de enseñanzas erróneas dentro de la iglesia, pero siempre distorsionan el mensaje central del evangelio: la obra redentora de Cristo en la cruz. Recientemente escuché a alguien decir: “Se debería hablar menos de la cruz”, lo cual me pareció espeluznante.

Es fundamental que la cruz siga formando parte de la vida cristiana y que no se reduzca a un simple símbolo decorativo para muchos. El mensaje de la cruz implica transmitir el motivo, el resultado y el significado de esta obra. Jamás debemos obviarla ni anularla.

Si algo debemos proponernos como creyentes, es predicar a Cristo y este crucificado. Te invitamos a unirte a nosotros en esta misión, proclamando con valentía y pasión el mensaje que transformó nuestras vidas: La palabra de la cruz.

Carlos Villa – Promotor ministerial TCCH

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El Discipulado y La Amenaza Del Tiempo

El tiempo es un bien preciado, pero a menudo parece jugar en nuestra contra. Las horas se desvanecen como segundos, el tic-tac del reloj se desliza como en los relojes derretidos de Dalí, y la aceleración del mundo moderno amenaza con borrar el valor esencial de la paciencia y la dedicación. Vivimos en una época donde todo ha tomado una velocidad vertiginosa, y con ella han crecido los ladrones del tiempo. Como bien dice la periodista Mariana Toro: “Cuando nos roban el tiempo, nos están robando la libertad”.

Nuestra sociedad está marcada por agendas sobrecargadas.El trabajo, la educación de los hijos, las responsabilidades del hogar, las reuniones y actividades en la iglesia nos hacen exclamar: “No tengo tiempo ni para respirar”.

Y en medio de esta vorágine surge una pregunta ineludible: ¿en qué estamos invirtiendo nuestro tiempo?

La Biblia nos exhorta a administrar bien nuestro tiempo:

Cuando nos roban el tiempo, nos están robando la libertad.

“Aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos” (Efesios 5:16).

Si bien dedicamos poco tiempo a la evangelización, el discipulado recibe aún menos atención. Sin embargo, esta labor fundamental requiere entrega, constancia y, sobre todo, tiempo. No podemos formar discípulos en la fe con prisas ni relegar esta responsabilidad a un espacio residual de nuestras agendas. Jesús mismo nos dejó el mandato claro:

“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19).

Pero el discipulado no es solo transmitir conocimiento, sino también invertir tiempo en acompañar, guiar y fortalecer la fe de otros. El apóstol Pablo entendía esto bien cuando escribió:

“Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros” (2 Timoteo 2:2).

Si no damos tiempo al discipulado, estamos descuidando una parte esencial de nuestra misión.

Sin darnos cuenta, hemos olvidado que servir al Señor es una inversión de tiempo, y este ha de ser de calidad. Jesús dedicó tiempo a sus discípulos, caminó con ellos, les enseñó con paciencia y amor. ¿Cómo podremos hacer discípulos si no seguimos su ejemplo?

Es momento de replantearnos nuestras prioridades. Si el tiempo parece jugar en nuestra contra, hagamos que juegue a nuestro favor. No debemos someternos a la tiranía del tiempo, sino aprender a gestionarlo con sabiduría para que sirva a los propósitos de Dios en nuestra vida.

Este artículo nace de una experiencia personal. Hace poco, un joven aceptó a Jesús y me pasaron su contacto para hablar con él y hacerle seguimiento. Mi pensamiento inmediato fue: “Tengo que llamarlo, tengo que sacar tiempo”. Pero entre las obligaciones diarias, luchar por encontrar un hueco me hizo reflexionar profundamente. Si no damos tiempo al discipulado, estamos descuidando una parte esencial de nuestra misión.

Dediquemos tiempo al discipulado. Al final, el tiempo que invertimos en el Reino de Dios nunca será tiempo perdido, sino la mejor siembra que podemos hacer para la eternidad.

Carlos Villa – Promotor nacional TCCH

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La Felicidad: ¿Una Diosa Moderna?

¿Qué tiene la felicidad que la hace tan anhelada y perseguida? Seductora y misteriosa, parece estar siempre fuera de nuestro alcance. Sin embargo, a lo largo de la historia ha sido objeto de búsqueda y reflexión. Filósofos, psicólogos y escritores han hablado, escrito y debatido sobre ella. ¿Qué es realmente la felicidad y cómo se puede lograr? ¿Es posible alcanzarla en esta vida?

El arte también ha intentado representarla y definirla simbólicamente. En el Museo del Prado de Madrid se encuentran dos obras neoclásicas que la encarnan de maneras distintas. La Alegoría de la Felicidad (siglo XVIII), una escultura anónima de escayola, muestra una figura femenina idealizada, presentando la felicidad como un estado elevado, virtuoso y difícil de alcanzar. Por otro lado, La Felicidad (1855), atribuida a Andrés Rodríguez, representa a una mujer con una corona de laureles, símbolo de triunfo, y una espada bajo su pie, aludiendo a la victoria sobre los conflictos. A sus pies, una cornucopia simboliza la abundancia y la prosperidad, mientras que un niño leyendo refuerza la idea de que la educación y la inocencia son caminos hacia la dicha.

¿Estamos reduciendo el evangelio a un antídoto contra la infelicidad?

Otra obra significativa, aunque no se encuentra en este museo, es La Felicidad Eterna, un boceto realizado en 1813 por José de Madrazo y Agudo, por encargo de Carlos IV durante su exilio en Roma. Esta alegoría representa la felicidad como un ideal trascendental, reforzando la idea de que su plenitud solo se alcanza más allá de lo terrenal.

Así como en el pasado la felicidad fue representada en el arte como un ideal elevado, hoy en día sigue siendo un objeto de adoración, aunque con nuevas formas y promesas. Hoy, la felicidad se ha convertido en el propósito central de muchas vidas, adoptando el papel de una diosa moderna, una Diana de los Efesios que todos buscan, adoran y persiguen. En torno a ella han surgido “Demetrios” contemporáneos: comerciantes que lucran con este anhelo, ofreciendo atajos y fórmulas superficiales, cargadas de píldoras de serotonina y promesas efímeras de bienestar.

“Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti.” Agustín de Hipona

¿Estamos reduciendo el evangelio a un antídoto contra la infelicidad?

Frente a esta obsesión por la felicidad, cabe preguntarse: ¿Cómo está respondiendo la Iglesia a esta demanda? ¿Es posible que estemos moldeando el mensaje del evangelio para ajustarlo a una exigencia social? Presentar el evangelio como una simple “píldora” contra la infelicidad es un error. Si lo enfocamos únicamente en satisfacer esta búsqueda humana, corremos el riesgo de distorsionar su verdadero propósito.

Es evidente que el pecado ha causado un profundo desajuste en el ser humano, dejándolo incompleto sin Dios. Como dijo Agustín de Hipona:

Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti.

Sin embargo, el propósito principal del hombre no es su felicidad personal, sino la gloria de Dios. Si analizamos la felicidad desde una perspectiva bíblica, veremos que su significado rompe por completo con los estándares del mundo, ya que no se basa en el placer, el éxito o la ausencia de sufrimiento.

Aunque la Biblia no define la felicidad en términos humanos, sí la relaciona estrechamente con el concepto de bienaventuranza. Un claro ejemplo de esto es el Sermón del Monte (Mateo 5:3-12), donde Jesús proclama las Bienaventuranzas:

Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.” (Mateo 5:4)

Desde la perspectiva del mundo, alguien que llora difícilmente podría ser considerado feliz. Sin embargo, la felicidad bíblica no se basa en la ausencia de dolor, sino en la bendición de recibir la consolación de Dios en medio de la aflicción.

El Salmo 1:1-2 nos muestra que la verdadera felicidad se encuentra en la obediencia a Dios y la meditación en su Palabra, lo que conduce a una vida llena de bendiciones:

Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche.

Por otro lado, Proverbios 16:20 refuerza la idea de que la confianza en el Señor es clave para experimentar la verdadera felicidad.

No depende de las circunstancias externas, sino de nuestra relación con Dios y de cómo elegimos vivir según su voluntad:

El que entiende y guarda la palabra hallará el bien, y el que confía en Jehová es bienaventurado.

Conclusión

La Biblia nos desafía a no definir la felicidad según los estándares del mundo ni a presentar el evangelio como una vía para alcanzar bienestar terrenal. El evangelio no es un medio para obtener felicidad emocional, sino el mensaje de salvación para todo aquel que cree en Jesucristo.

En nuestro folleto titulado “Si buscas la felicidad”, invitamos a las personas a detenerse y reflexionar:

¿Qué estás buscando y dónde lo estás buscando?

Porque el evangelio no promete felicidad terrenal, sino salvación y vida eterna en Cristo Jesús, lo cual es un regalo mucho mayor que cualquier felicidad pasajera.

Carlos Villa – Coordinador nacional

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Guardian de Tus Pensamientos

No podemos evitar que los pájaros vuelen sobre nuestra cabeza, pero sí podemos evitar que aniden en ella”. Este dicho, atribuido a Martín Lutero, nos recuerda que, aunque no podemos controlar todos los pensamientos que llegan a nuestra mente, sí tenemos el poder de decidir qué hacemos con ellos. La ciencia confirma que lo que pensamos nos afecta física y emocionalmente para bien o para mal.

La iglesia de Filipos vivía momentos de prueba. Los creyentes eran perseguidos por proclamar a Jesús como Señor, lo que desafiaba la lealtad al César. Además, tenían conflictos internos entre varios de los miembros de la iglesia. Esta mezcla de presión externa e interna generaba pensamientos que producían ansiedad, tristeza y pérdida del gozo y la paz que debería caracterizarlos. Desde la prisión, Pablo les da un consejo claro: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (Filipenses. 4:6). No les pide que ignoren sus problemas, sino que los presenten a Dios, entregándole tanto las situaciones como los pensamientos que estas provocan.

No podemos evitar que los pájaros vuelen sobre nuestra cabeza, pero sí podemos evitar que aniden en ella.

En otra carta Pablo exhorta a llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo (2 Corintios 10:5). Cuando hacemos esto, experimentamos una paz que va más allá de lo que podemos comprender. “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:7). Esta paz no es solo tranquilidad, sino un escudo que protege nuestras emociones y mente. Su origen está en Jesús, el príncipe de paz, quien dijo: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27).

Somos responsables de nuestros pensamientos y de enfocarlos en lo que edifica.

Pablo nos dice en qué pensar para mantener esta paz: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre, si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.” (Filipenses. 4:8). Somos responsables de nuestros pensamientos y de enfocarlos en lo que edifica.

Es fundamental ser conscientes de que la batalla se libra en nuestra mente; no permitamos que ciertos pensamientos ocupen más espacio del necesario. Cuando decidimos confiar en Cristo y enfocamos nuestra mente en su verdad, hallamos descanso y una paz humanamente incomprensible. Recordemos las palabras del profeta Isaías: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado” (Isaías 26:3).

Carlos Villa – Coordinador nacional

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¿ESTUVO PABLO EN ESPAÑA?

En el libro de los Hechos Pablo recibe una visión en sueños que le marcó notablemente y cambió sus planes con respecto al futuro, un macedonio lanza una petición de socorro: “Pasa a Macedonia y socórrenos” (16:9). Europa necesitaba con urgencia que el evangelio fuese predicado en sus tierras y Grecia se convierte en el nuevo campo de batalla misionero.  El Espíritu Santo le impulsa al permitirle escuchar a un europeo y siente la llamada del Señor por medio de aquellas palabras. El corazón de Pablo dispuesto a obedecer a Dios y su sensibilidad para alcanzar a aquellos que no conocen el evangelio hará el resto.

La mirada de Pablo se extendía cada vez más hacia Occidente. Pablo desea visitar Roma, pero teniendo claro que Pedro ya había sembrado el evangelio allí, dando lugar a una iglesia bien establecida y él no edificaba sobre fundamento ajeno (Ro. 15:20). Por lo que el gran proyecto de Pablo era visitar España (Ro. 15:28), llegar hasta “el fin de la tierra”, como era conocido “Finisterre”, derivado del latín “finis terrae”, aunque Filóstrato localiza este fin en Gades (Cádiz).

Pablo tenía muy presentes las palabras proféticas del Salmo 19:4 al citarlo en Ro.10:18: “A toda la tierra alcanzó su pregón, y hasta el extremo del mundo su lenguaje”. Indudablemente, los límites occidentales estaban en Hispania.

“A toda la tierra alcanzó su pregón, y hasta el extremo del mundo su lenguaje” Salmos 19:4

La pregunta que nos hacemos con todo el interés que debería suscitar entre nosotros, siendo españoles, es si realmente existe alguna posibilidad de que Pablo culminara este proyecto, dado que no tenemos constancia bíblica sobre esta cuestión, ni tampoco sobre muchos de los viajes que realizaron el resto de los apóstoles para extender el evangelio.

Pablo escribe a los romanos probablemente desde Corinto, quiere estar con ellos antes de tomar rumbo a España, pero antes debe llevar una ofrenda a Jerusalén (Hch. 19:21). En Jerusalén le detuvieron, por lo que permaneció dos años en Cesarea y dos en Roma. Algunos comentaristas como William Barclay, creen que así se cerró la puerta a su propósito de alcanzar España, pero como vemos en el libro de los Hechos, sus “prisiones y tribulaciones”, ya habían sido reveladas previamente por el Espíritu de Dios, el apóstol lo había asumido para acabar su carrera con gozo, y el ministerio que había recibido del Señor, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios porque no tenía temor a la muerte (Hch. 20:22-24; 21:10-14). Sus prisiones y dificultades, no fueron ninguna sorpresa para él mientras cumplía el plan de Dios.

¿Qué fue de Pablo?

El libro de los Hechos termina un tanto abruptamente con el primer encarcelamiento de Pablo en Roma. Lucas deja de escribir y no hay referencias a los últimos días de Pablo, salvo la seguridad de que fue encarcelado por segunda vez en Roma antes de morir y terminar su carrera tal y como se describe en la segunda carta a Timoteo. Según diversas tradiciones, Pablo murió entre los años 67-68 d.C. en Roma. En el libro de los Hechos encontramos previamente el encuentro favorable de Pablo con un cordobés, Galión, hermano del gran filósofo Séneca, quien según un detalle encontrado en una lápida de Delfos (1905), fue procónsul de Acaya entre el 51 y 52 d.C. (Hch. 18:12-17), por lo que el primer encarcelamiento de Pablo en Roma pudo concluir sobre los años 62-63 d.C, aunque algunos lo sitúan anteriormente. En cualquier caso, durante el intervalo de tiempo entre los años 62 y 68 d.C., Pablo desarrolló más actividad de lo que Lucas recoge en el libro de los Hechos hasta ser encarcelado por última vez en Roma.

Hay un fragmento del s. II, conocido como “Muratori”, encontrado en el s. XVIII en la biblioteca Ambrosiana de Milán que contiene el canon de los libros del Nuevo Testamento reconocidos como autoritativos en la Iglesia de Roma en aquel tiempo, y al mencionar el libro de los Hechos, dice sobre Lucas: “lo que ha sucedido en su presencia, como lo declara evidentemente el hecho de que pase por alto el martirio de Pedro y el viaje de Pablo desde Roma a España”. Teniendo en cuenta esto, y viendo como Lucas plasmó todo lo que conoció, algunos piensan que su muerte se produce tras el primer encarcelamiento del Pablo en Roma, y que incluso esa podría ser la tristeza previa a la enfermedad de Epafrodito a la que alude Pablo en Fil. 2:27. La duda es si el Lucas al que Pablo se refiere cuando dice que “Sólo Lucas está conmigo” (2ª Tim. 4:11) es el médico amado. Si es el mismo, entonces Lucas tomó un camino diferente al del apóstol tras el primer encarcelamiento hasta volver a encontrarse en Roma cuando Pablo iba a morir, sin haber estado junto a él durante unos años.

Su meta nunca fue un lugar que ya había sido evangelizado, todo lo contrario, tal y como leemos en la epístola a los Romanos quería llenar del evangelio todo el mundo conocido.

Testimonios extrabíblicos.

Clemente de Roma fue contemporáneo de Pablo y escribe a los corintios: “Por siete veces fue cargado de cadenas; fue desterrado, apedreado; hecho heraldo de Cristo en Oriente y Occidente, alcanzó la noble fama de su fe. Y después de haber enseñado a todo el mundo la justicia y de haber llegado hasta el extremo de Occidente, y dado testimonio ante los príncipes, salió de este mundo y marchó al lugar santo, dejándonos el más alto dechado de paciencia”.

Para algunos, la palabra utilizada para “extremo”, también podría ser “meta”, pero como vemos en las Escrituras, su meta nunca fue un lugar que ya había sido evangelizado, todo lo contrario, tal y como leemos en la epístola a los Romanos quería llenar del evangelio todo el mundo conocido. Por tal motivo, había llegado hasta el Ilírico (la antigua Yugoslavia), pero no se conformaba con esto (Ro. 15:19).

En otros textos de los Padres de la Iglesia, podemos leer a:

  • Jerónimo: “Pablo fue puesto en libertad por Nerón para que predicase el evangelio de Cristo también en las regiones occidentales, como él escribe en la segunda carta a Timoteo cuando padecía en la cárcel, desde donde dictaba la carta… / … viajó llevado en naves extranjeras, por Panfilia, Asia, Macedonia y Acaya, por diversas islas y provincias; hasta Italia también, y, como él mismo escribe, hasta España”.
  • Atanasio en su carta a Draconcio: “ Por esto, ese ardor de santos de ir a predicar hasta el Ilírico y el no dudar de marchar hasta Roma y embarcarse hasta España, trabajando al máximo para alcanzar mejor recompensa”.
  • Cirilo de Jerusalén: “ Llevó el evangelio desde Jerusalén hasta el Ilírico, catequizando incluso la Roma imperial y extendiendo hasta España el deseo de predicar”.
  • Juan Crisóstomo: “No está quieto en un lugar, sino que va desde Jerusalén hasta el Ilírico, y marcha a España y por todo el mundo como llevado por alas”. “Después de estar en Roma, de nuevo se fue a España”. “Dos años estuvo preso en Roma; después fue puesto en libertad. Después marchó a España y bajó a la Judea, donde visitó a los judíos. Y entonces de nuevo marchó a Roma, donde pereció bajo Nerón”.
  • Epifanio: “Pablo llegó a España; Pedro recorrió muchas veces el Ponto y la Bitinia”.
  • Teodoreto de Ciro: “Y se cumplió lo predicho: escapó primero de la ira de Nerón, como lo expresó en la carta a Timoteo; dice así… (2 Tim. 4:16-17). Y la historia de los Hechos nos enseña que primero estuvo en Roma dos años, habitando en su casa alquilada; y de allí marchó a España, transmitiendo el divino evangelio a los de allí; volvió y entonces fue decapitado. Habiendo narrado esto de sí mismo, pasa a hacer la exhortación”.

También encontramos un texto apócrifo, “Los Hechos de Pedro”, escrito a finales del s. II en Palestina o Siria, donde por tres veces se dice que Pablo visitó España, mencionando que cuando Pablo terminó su primer encarcelamiento en Roma, salió a la orilla del Tíber hacia Ostia Tiberiana donde le acompañan no pocos cristianos de Roma, pero una tempestad retrasa el viaje varios días, por lo que avisan a más cristianos que acuden a despedirle antes de zarpar para España.

Rutas hacia España.

Para viajar a España, había varias posibilidades, encontrarse en Roma facilitaba muchísimo las cosas porque trasladarse a España era tremendamente fácil. Si se hacía por tierra, la vía Aurelia pasaba por el sur de Francia hacia los Pirineos hasta conectar con la vía Augusta (La Junquera, Tarragona, Levante, Córdoba, Sevilla y Cádiz). Sin embargo, era mucho más rápido por mar, algo a lo que Pablo estaba muy acostumbrado. En este caso, existían dos inmejorables rutas:

  1. Desde Ostia a Tarragona, de primavera a otoño eran 4 días.
  2. Desde Ostia a Cádiz, según Plinio, otro contemporáneo de Pablo, eran 7 días.

Además de esto, en el caso de llegar a Tarragona, se contaba con otra ruta marítima hasta Cádiz.

Su espíritu misionero debería incentivarnos a seguir su estela cumpliendo con nuestra de misión de ir por todo el mundo y predicar el evangelio “hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8)

Otras evidencias.

Ireneo de Lyon nombra sobre el 180 d.C. de forma genérica a las iglesias en España como “Las de Iberia” y en el 202 Tertuliano enumera entre los países cristianizados “todos los confines de las Españas”. También contamos con una carta sinodal datada a fines del año 254 o comienzos del 255, firmada por Cipriano, obispo de Cartago, y 36 obispos africanos participantes en el sínodo, dirigida al presbítero Félix y a las comunidades cristianas de León y Astorga, así como al diácono Elio y la comunidad de Mérida.

Hay constancia de que en Tarragona hubo una comunidad cristiana con cementerio propio sobre el 259 d.C., y tras ser el cristianismo religión oficial, en Barcelona encontramos vestigios de bautisterios de gran tamaño para bautismos por inmersión en edificios anexos a las iglesias en el s. V. como ocurre en la ciudad de Tarrasa, o en las ruinas de la antigua ciudad de Barcelona, antes Barcino, que da a entender cómo en siglos anteriores esas prácticas se dieron en la clandestinidad.

Por otro lado, hay constancia de que en la Bética, concretamente en la ciudad de Granada, se desarrolló el denominado Concilio de Elvira (Illiberis), sobre el 303 d.C., antes de otros en Francia, Roma u Oriente. A este Concilio asisten 19 obispos y 24 presbíteros de muchas zonas de Andalucía como Urci (Huércal), Acci (Guadix), Illiberis (Elvira, Granada), Iliturgis, (Andújar), Sevilla, Córdoba, Martos, Baza, Málaga, Montoro, Osuna, Astigi (Écija), Ronda o Cabra. Entre los cánones, se establece que:

  • El matrimonio cristiano se considera indisoluble (ni siquiera por adulterio).
  • Los obispos, diáconos y presbíteros, y clérigos en general, no debían casarse.
  • Los cristianos no debían casarse con judíos.

Por tal motivo, es bastante factible que sobre el siglo II, hubiese alguna traducción de los libros de la Biblia  reconocidos como inspirados hasta ese momento al latín anterior a La Vulgata que circulara por la Bética donde sólo se hablaba esta lengua.

La primera persecución conocida en España fue la de Decio, a mediados del siglo IV, cuando algunos cristianos apostataron por temor al tormento o simularon, mediante un certificado falso (libellus), que habían sacrificado a los dioses. La decisión de los “cristianos libeláticos” (libellatici) fue considerada por la Iglesia como verdadera apostasía.

Todo lo descrito anteriormente es impensable si el Cristianismo no hubiese comenzado en la Península mucho tiempo antes y parece bastante probable que Pablo fue el precursor. Su espíritu misionero debería incentivarnos a seguir su estela cumpliendo con nuestra de misión de ir por todo el mundo y predicar el evangelio “hasta lo último de la tierra” (Hch. 1:8).

David Vergara

Bibliografía:

Tras los pasos de San Pablo. Peter Walter. CIDEP. 2008; Arqueología de la Biblia. James K. Hoffmeier. San Pablo. 2008; Albores del Cristianismo en España (s. I a V). Arturo Gutiérrez Marín. Publicaciones Portavoz; Pablo, apóstol del corazón liberado. F.F. Bruce. Editorial Mundo Bíblico. 2003; El fuego que se propaga. F.F. Bruce. Editorial Mundo Bíblico. 2008; En los pasos del apóstol Pablo. F.F. Bruce. Editorial Portavoz. 1999; El Canon de la Escritura. F.F. Bruce. CLIE / Publicaciones Andamio. 2002; Historia de la Iglesia en España. La Iglesia Romana y Visigoda. Tomo I. Dirigida por Ricardo García-Villoslada. BAC; La Historia secreta de la Iglesia Católica en España. César Vidal. Ediciones B. 2014; Pablo, el judío de Tarso. César Vidal. Algaba Ediciones. 2006; Padres Apostólicos. Daniel Ruiz Bueno. BAC. 1993; Padres Apologetas griegos (s. II). Daniel Ruiz Bueno. BAC. 1996; http://www.artehistoria.jcyl.es/v2/contextos/5902.htm 

http://institucional.us.es/revistas/rasbl/5/art_7.pdf

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Conocer y persuadir con integridad

En la iglesia de Corinto, algunos creyentes cuestionaban la autoridad apostólica de Pablo y ponian en duda la legitimidad de su ministerio y las intenciones detrás de su llamado. En este contexto, Pablo, a través de sus cartas, no solo defiende su vocación, sino que también revela las motivaciones profundas que lo impulsaron a cumplir con la misión.

Este conocimiento del evangelio, por su parte, genera un temor reverente hacia Dios.

En 2 Corintios 5, Pablo habla con claridad sobre la esperanza de vida eterna que tenemos en Cristo. Hace referencia a la responsabilidad de agradar a Dios con nuestros actos, porque un día todos compareceremos ante el tribunal de Cristo y cada uno de nosotros recibirá según lo que haya hecho, sea bueno o malo. En el versículo 11 dice: “Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres; pero a Dios le es manifiesto lo que somos; y espero que también lo sea a vuestras conciencias.

El verbo “conociendo”, en el griego original, no se refiere a una acción en curso (como un gerundio), sino a un participio perfecto que denota una comprensión profunda y establecida. Este conocimiento del evangelio, por su parte, genera un temor reverente hacia Dios. Para Pablo, el cumplimiento de la misión es un acto de reverencia. Una cosa lleva a la otra: el temor del Señor lo lleva a persuadir a los hombres.

En nuestro lenguaje cotidiano, la palabra “persuadir” a menudo tiene una connotación negativa, como si se tratara de imponer o manipular. Sin embargo, lo que Pablo expresa es una invitación a presentar el mensaje del evangelio de manera convincente, apelando tanto a la razón como al corazón.

Recordemos el momento en que Pablo, tras presentar defensa de su causa ante al rey Agripa, le preguntó:

«Crees, oh rey Agripa, a los profetas? Yo sé que crees. Entonces Agripa dijo a Pablo: Por poco me persuades a ser cristiano. Y Pablo dijo: ¡Quisiera Dios que por poco o por mucho, no solamente tú, sino también todos los que hoy me oyen, fueseis hechos tales cual yo soy, excepto estas cadenas!” (Hechos 26:27-28).

Pablo procuraba persuadír sobre la verdad del evangelio con integridad y transparencia, apelando a los profetas, a hechos históricos conocidos y verificados por muchos, y a su propia experiencia: el encuentro con Jesús que cambió su trayectoria de forma radical, y de perseguidor de los cristianos, pasó a ser defensor y adalid de la fe que antes perseguía.

Aprendamos del apóstol Pablo, de su honestidad intelectual, de su pasión y de su obediencia a «la visión celestial» (Hechos 26:19-20).

Conociendo, pues, el temor del Señor, persistamos en persuadir a los hombres.

Carlos Villa – Coordinador nacional

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Evangelio en rebajas

Hace unos días, en un día cualquiera de la semana, fui a un centro comercial y me encontré con un parking abarrotado de gente, lo que me hizo imposible aparcar. “¿Qué está pasando aquí?”, me pregunté. Al instante, me di cuenta de que la razón por la que había tanta gente era por las conocidas y famosas rebajas.

Durante esta temporada, muchos negocios y marcas reducen los precios de algunos artículos con el objetivo de incentivar las ventas y lograr que los mismos se compren con mayor rapidez. Las rebajas pueden ser de un 10%, 20%, y en algunos casos, llegar hasta un 50% o incluso un 70% de descuento respecto al precio original.

En medio de todo este bullicio de gente, productos y descuentos, me pregunté: ¿Está ocurriendo algo similar con el evangelio en estos tiempos? ¿Se ha puesto el evangelio en rebajas?

Hoy en día, si observamos la predicación del evangelio en nuestro país, notamos cómo, en muchos contextos, se presenta un mensaje como un producto comercial, rebajado a cualquier precio con la intención de lograr una mayor aceptación y “compra”. Este evangelio descentralizado busca mover masas. Tratar el evangelio como una mercancía, presentarlo como un objeto que satisface nuestras necesidades personales, transmitirlo de forma incompleta o errónea, o vivir de manera incoherente con su mensaje, son formas tristes de rebajarlo.

No podemos reducir la predicación del evangelio a un simple mensaje motivacional o de psicología positiva. La verdadera buena noticia solo tiene sentido cuando entendemos la mala noticia que nos envuelve. Obviar esto último es poner una etiqueta de descuento al mensaje.

No podemos reducir la predicación del evangelio a un simple mensaje motivacional o de psicología positiva.

Hace muchos años leí un libro que me resultó particularmente interesante: El precio de la gracia, de Dietrich Bonhoeffer, un teólogo, filósofo y pastor alemán de gran influencia en el siglo XX. En su obra, Bonhoeffer introduce dos conceptos que me encantan y que podrían ayudarnos a entender qué es y qué no es un evangelio en rebajas: gracia barata y gracia cara.

Un evangelio rebajado no solo disminuye el mensaje, sino que puede llevar a muchos a una falsa seguridad, haciéndoles creer que no hay necesidad de arrepentimiento o de una vida comprometida con el Señor.

En su obra, Bonhoeffer introduce dos conceptos que me encantan y que podrían ayudarnos a entender qué es y qué no es un evangelio en rebajas: gracia barata y gracia cara.

  • Gracia barata:La gracia barata es la gracia que damos a los demás sin ninguna exigencia. Es la gracia que se ofrece a aquellos que no están dispuestos a comprometerse. Esta gracia implica un perdón sin arrepentimiento, una gracia sin discipulado, sin cruz, sin Jesús. Es una gracia fácil y cómoda, que no exige un cambio real en la vida del creyente.
  • Gracia cara: “La gracia cara es el evangelio tal como es, en su pureza. Es la que nos lleva a seguir a Cristo, y tiene un precio, porque requiere todo lo que somos. Esta gracia no es barata; es un llamado a la obediencia, a seguir a Cristo sin excusas ni reservas, hasta la cruz. Es la gracia que transforma vidas y demanda un compromiso real con Jesús.”

¿Cuánto costó?

Es fundamental recordar que el precio de nuestra salvación fue extremadamente costoso. Jesús, el Hijo de Dios, dejó su trono de gloria, se encarnó, se despojó de sí mismo y, finalmente, fue sacrificado en la cruz, derramando hasta la última gota de su sangre para que pudiéramos ser justificados, redimidos, salvos, etc.

“Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación.” 1 Pedro 1:18-19

Es curioso notar que, aunque el oro y la plata son minerales valiosos y difíciles de corromper, nada se compara con la sangre de Jesucristo, que es incorruptible, inalterable y de un valor incomparable. La salvación que el Señor nos ofrece es gratuita, pero tuvo un gran costo. Y el evangelio, aunque es un regalo, también demanda, exige algo de nosotros. Jesús mismo lo dejó claro cuando dijo a sus discípulos:

“Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.” Mateo 16:24-25

La respuesta al evangelio debe brotar de un arrepentimiento sincero, un corazón dispuesto a negarse a sí mismo, a tomar su cruz y morir al pecado junto con Cristo, para resucitar en Él y seguirle con fidelidad.

Conclusión

Predicar un evangelio “en rebajas” trae consigo un estallido de fuegos artificiales llenos de luces coloridas con visibilidad momentánea. Un evangelio rebajado no solo disminuye el mensaje, sino que puede llevar a muchos a una falsa seguridad, haciéndoles creer que no hay necesidad de arrepentimiento o de una vida comprometida con el Señor. No podemos hacer del evangelio un producto de consumo rápido que satisface momentáneamente nuestras necesidades, sino un llamado que nos invita a la santidad, la obediencia y el sacrificio.

Así que, bajo ningún concepto rebajemos el mensaje. Que nunca nuestro intento de contextualizarlo nos lleve a modificar la verdad fundamental. El apóstol Pablo lo tenía muy claro cuando, en su carta a los corintios, dijo:

“Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura.” 1 Corintio 1:23

Tomemos nota de esto y seamos fieles al Señor y a su palabra.

Carlos Villa – Coordinador nacional

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Mensajeros de esperanza

Con cada comienzo de año, nos llenamos de ilusión al marcarnos nuevas metas y proyectos. Sin embargo, llevamos ya varios años en los que cada inicio se ve marcado por la incertidumbre, la inseguridad y la inestabilidad.

Y nos preguntamos: ¿Subirán los impuestos? ¿Mejorarán los salarios y pensiones? ¿Qué cambios traerán los gobiernos? ¿Cesarán los conflictos bélicos?

Se dice que “la esperanza es lo último que se pierde”. Pero lo cierto es que todas estas cuestiones, sumadas a la falta de una proyección real de futuro, las malas decisiones de los gobiernos y la ausencia de oportunidades, han hecho que una gran parte de la población viva sumida en la incertidumbre, el estrés y la ansiedad. Datos recientes reflejan un crecimiento alarmante de personas que viven desesperanzadas.

Esto se debe a que muchos han reducido la esperanza a la siguiente definición: “Estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea”. Este tipo de esperanza nace de un deseo condicionado y dependiente de una circunstancia o situación concreta; y como hemos comprobado en las últimas semanas, nuestra circunstancia puede cambiar de la noche a la mañana, en cuestión de horas o minutos.

Datos recientes reflejan un crecimiento alarmante de personas que viven desesperanzadas.

¿Cómo responderemos ante tal alarmante crecimiento? Presentando y anunciando a todos la esperanza que hemos recibido y a la cual fuimos llamados. “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su gran misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos”. (1 Pedro 1:3

Esta esperanza es más que un deseo: es certeza y confianza plena que no será defraudada. Se fundamenta en la fe en Jesucristo, quien encarna nuestra esperanza en toda su plenitud. Jesús es el ancla del alma y la roca en la que apoyarnos. Sean cuales sean las circunstancias a las que tengamos que hacer frente en la vida, nuestra esperanza permanece inalterable.

¡Qué privilegio es decir, como el rey David: “De él viene mi esperanza; solo él es mi roca y mi salvación; es mi refugio, no resbalaré” (Salmo 62:5-6).

España necesita esperanza verdadera. Y Dios quiere usarte a ti como mensajero de esta.

Carlos Villa – Coordinador nacional

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Diciembre 2024 – Los Minutos Que Cambian El Mundo

El Mayor Regalo

En estas fechas es común jugar al amigo invisible, un juego en el que cada participante recibe un regalo de un amigo invisible, y a su vez él mismo debe regalar algo al amigo invisible que le ha sido asignado. En este juego, todos reciben y todos dan. ¿Te ha pasado alguna vez que has puesto buen gusto, ilusión y dinero en la compra del regalo que vas a ofrecer, pero tú recibes algo decepcionante? Hablando de regalos, ¿cuál sería el mayor regalo que podrías ofrecer y recibir?

Sin duda, el mayor regalo que puedes recibir es la salvación que Dios te ofrece en Cristo Jesús. Su nacimiento hizo que se destapara la más grata sorpresa, el mejor regalo que el ser humano pudiera recibir. “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don (regalo, obsequio) de Dios” (Efesios 2:8).

En el antiguo Oriente era habitual llevar presentes y regalos a los reyes, como muestra de respeto, gratitud y reconocimiento. No hacerlo se consideraba ofensivo y podía tener consecuencias no gratas. Un grupo de sabios viajó a Jerusalén en busca del rey de los judíos que había nacido; y no hallándolo en aquel lugar, fueron a Belén.

Pero el mejor regalo de aquellos sabios fue la adoración sincera: “postrándose, lo adoraron”.

El mesón donde lo encontraron no parecía ser el lugar más apropiado para el nacimiento de un rey, pero a los sabios no les importó. “Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra” (Mateo 2:11). Los tres regalos eran de gran valor económico y social en aquel entonces. Pero el mejor regalo de aquellos sabios fue la adoración sincera: “postrándose, lo adoraron”.

Para la celebración del nacimiento de Jesús, nuestro mejor presente es y siempre será la adoración, reconociéndolo como nuestro Señor y entregándole el control de nuestra vida. Lo que empezó humildemente en un pesebre es el mejor regalo de todos los tiempos. ¡No podemos ganar a Dios en generosidad y entrega!

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, más tenga vida eterna” (Juan 3:16). Aprovechemos estas festividades para compartir su regalo con todo el mundo. Adoremos y actuemos.

¡Feliz Navidad!

Carlos Villa
Promotor ministerial

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Noviembre 2024 – Los Minutos Que Cambian El Mundo

Entendidos en los tiempos

En medio del panorama bélico que se vive en Oriente, muchos se sienten impulsados a interpretar estos acontecimientos desde una perspectiva escatológica, llegando incluso a fijar fechas para la segunda venida de Cristo, autodenominándose “entendidos en los tiempos”.

En la época de Jesús, algunos fariseos y líderes religiosos creían ser sabios y entendidos porque eran capaces de interpretar las señales del clima, prediciendo la lluvia o el calor. Sin embargo, no lograron discernir que el tiempo de la redención ya había llegado. Jesús los confronta, diciendo: “¡Hipócritas! Sabéis distinguir el aspecto del cielo y de la tierra, ¿y cómo no distinguís este tiempo?” (Lucas 12:56).
En la Biblia se nos habla de unos de cuyo buen juicio podías fiarte.

“De los hijos de Isacar, doscientos principales, entendidos en los tiempos, y que sabían lo que Israel debía hacer, cuyo dicho seguían todos sus hermanos” (1 Crónicas 12:32)

Ser entendidos en los tiempos no consiste en predicciones intuitivas o sensacionalistas, sino en comprender la situación espiritual, política y social que nos rodea. El teólogo suizo Karl Barth decía que “un sermón hay que prepararlo con la Biblia en una mano y el periódico en la otra”.

Es necesario estudiar las Escrituras bajo la guía del Espíritu Santo. En ellas vemos que sólo Dios es dueño del tiempo, reconociendo lo cual deberíamos adoptar una actitud humilde, prudente y expectante, similar a la de aquellas cinco vírgenes prudentes que se prepararon adecuadamente para recibir al esposo (Mateo 25:1-13). La prudencia ha de infundirnos un sentido de expectante urgencia respecto a la misión, impulsándonos a actuar conforme a lo que el esposo espera de nosotros.

Dios advirtió a José sobre los siete años de hambre que vendrían. José actuó sabiamente, almacenando provisiones y preparándose para lo que estaba por venir. “¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega” (Juan 4:35).

Pidamos a Dios sabiduría y valentía para actuar en consecuencia; como los hijos de Isacar, como las cinco vírgenes prudentes, como el mayordomo fiel y prudente al cual su señor le confió su casa. Dediquémonos a la misión con pasión y entrega e inspiremos a otros con nuestro ejemplo.

¡Es tiempo de actuar!

Carlos Villa
Promotor ministerial

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