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No podemos evitar que los pájaros vuelen sobre nuestra cabeza, pero sí podemos evitar que aniden en ella”. Este dicho, atribuido a Martín Lutero, nos recuerda que, aunque no podemos controlar todos los pensamientos que llegan a nuestra mente, sí tenemos el poder de decidir qué hacemos con ellos. La ciencia confirma que lo que pensamos nos afecta física y emocionalmente para bien o para mal.

La iglesia de Filipos vivía momentos de prueba. Los creyentes eran perseguidos por proclamar a Jesús como Señor, lo que desafiaba la lealtad al César. Además, tenían conflictos internos entre varios de los miembros de la iglesia. Esta mezcla de presión externa e interna generaba pensamientos que producían ansiedad, tristeza y pérdida del gozo y la paz que debería caracterizarlos. Desde la prisión, Pablo les da un consejo claro: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (Filipenses. 4:6). No les pide que ignoren sus problemas, sino que los presenten a Dios, entregándole tanto las situaciones como los pensamientos que estas provocan.

No podemos evitar que los pájaros vuelen sobre nuestra cabeza, pero sí podemos evitar que aniden en ella.

En otra carta Pablo exhorta a llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo (2 Corintios 10:5). Cuando hacemos esto, experimentamos una paz que va más allá de lo que podemos comprender. “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:7). Esta paz no es solo tranquilidad, sino un escudo que protege nuestras emociones y mente. Su origen está en Jesús, el príncipe de paz, quien dijo: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27).

Somos responsables de nuestros pensamientos y de enfocarlos en lo que edifica.

Pablo nos dice en qué pensar para mantener esta paz: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre, si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.” (Filipenses. 4:8). Somos responsables de nuestros pensamientos y de enfocarlos en lo que edifica.

Es fundamental ser conscientes de que la batalla se libra en nuestra mente; no permitamos que ciertos pensamientos ocupen más espacio del necesario. Cuando decidimos confiar en Cristo y enfocamos nuestra mente en su verdad, hallamos descanso y una paz humanamente incomprensible. Recordemos las palabras del profeta Isaías: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado” (Isaías 26:3).

Carlos Villa – Coordinador nacional

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