Con cada comienzo de año, nos llenamos de ilusión al marcarnos nuevas metas y proyectos. Sin embargo, llevamos ya varios años en los que cada inicio se ve marcado por la incertidumbre, la inseguridad y la inestabilidad.
Y nos preguntamos: ¿Subirán los impuestos? ¿Mejorarán los salarios y pensiones? ¿Qué cambios traerán los gobiernos? ¿Cesarán los conflictos bélicos?
Se dice que “la esperanza es lo último que se pierde”. Pero lo cierto es que todas estas cuestiones, sumadas a la falta de una proyección real de futuro, las malas decisiones de los gobiernos y la ausencia de oportunidades, han hecho que una gran parte de la población viva sumida en la incertidumbre, el estrés y la ansiedad. Datos recientes reflejan un crecimiento alarmante de personas que viven desesperanzadas.
Esto se debe a que muchos han reducido la esperanza a la siguiente definición: “Estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea”. Este tipo de esperanza nace de un deseo condicionado y dependiente de una circunstancia o situación concreta; y como hemos comprobado en las últimas semanas, nuestra circunstancia puede cambiar de la noche a la mañana, en cuestión de horas o minutos.
Datos recientes reflejan un crecimiento alarmante de personas que viven desesperanzadas.
¿Cómo responderemos ante tal alarmante crecimiento? Presentando y anunciando a todos la esperanza que hemos recibido y a la cual fuimos llamados. “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su gran misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos”. (1 Pedro 1:3
Esta esperanza es más que un deseo: es certeza y confianza plena que no será defraudada. Se fundamenta en la fe en Jesucristo, quien encarna nuestra esperanza en toda su plenitud. Jesús es el ancla del alma y la roca en la que apoyarnos. Sean cuales sean las circunstancias a las que tengamos que hacer frente en la vida, nuestra esperanza permanece inalterable.
¡Qué privilegio es decir, como el rey David: “De él viene mi esperanza; solo él es mi roca y mi salvación; es mi refugio, no resbalaré” (Salmo 62:5-6).
España necesita esperanza verdadera. Y Dios quiere usarte a ti como mensajero de esta.
Carlos Villa – Coordinador nacional