Necesidad Impuesta
¿Tenemos algo de lo que gloriarnos como seres humanos? Nada de lo que somos y hacemos debe buscar nuestra propia gloria, sino la gloria de Dios. El apóstol Pablo no tenía motivos para jactarse, ni siquiera de predicar el evangelio, ya que estaba bajo la obligación de hacerlo. En 1 Corintios 9:16, en la RV60, dice: “Me es impuesta necesidad”.
Para Pablo, predicar el evangelio no era solo un mandato que debía obedecer, sino una necesidad tan vital como el comer o el beber. Pero si con la comida o la bebida buscamos satisfacer nuestra necesidad de alimentarnos, con la predicación del evangelio buscamos glorificar a Dios como lo hacía Pablo.
¡Ay de mí si no predico el evangelio! Aquel que siente la necesidad de predicar el evangelio no puede callar, es fuego que arde en el interior y necesita propagarse; y uno hace todo lo que está en su mano, y más aún, para compartir la buena nueva de salvación: “Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos. Y esto lo hago por causa del evangelio, para hacerme copartícipe de él.” (1 Corintios 9:22-23).
Jesús sabía cuál era su misión y actuó en obediencia y necesidad. El Señor se encontraba en Galilea, había estado en zona desierta, la gente le buscaba e intentaba “detenerle” para que no se fuera. Pero él les dijo: “Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios; porque para esto he sido enviado” (Lucas 4:43). La misión a la que el Padre le envió determinaba su prioridad y actuó en consecuencia. Nada le desvió de la misión. Nada lo detuvo.
“Oremos unos por otros para que, con denuedo y poder, la predicación del evangelio se cumpla a través de nosotros. A esto hemos sido llamados."
La Gran Comisión es un mandamiento, una necesidad impuesta. No es una opción.
Dispongámonos a ello: tomemos toda la armadura de Dios, ciñamos nuestros lomos con la verdad, vistámonos con la coraza de justicia, calcémonos los pies con el apresto del evangelio de la paz, tomemos el escudo de la fe y el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, y oremos unos por otros para que, con denuedo y poder, la predicación del evangelio se cumpla a través de nosotros. A esto hemos sido llamados.
Carlos Villa
Promotor ministerial