El Mayor Regalo
En estas fechas es común jugar al amigo invisible, un juego en el que cada participante recibe un regalo de un amigo invisible, y a su vez él mismo debe regalar algo al amigo invisible que le ha sido asignado. En este juego, todos reciben y todos dan. ¿Te ha pasado alguna vez que has puesto buen gusto, ilusión y dinero en la compra del regalo que vas a ofrecer, pero tú recibes algo decepcionante? Hablando de regalos, ¿cuál sería el mayor regalo que podrías ofrecer y recibir?
Sin duda, el mayor regalo que puedes recibir es la salvación que Dios te ofrece en Cristo Jesús. Su nacimiento hizo que se destapara la más grata sorpresa, el mejor regalo que el ser humano pudiera recibir. “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don (regalo, obsequio) de Dios” (Efesios 2:8).
En el antiguo Oriente era habitual llevar presentes y regalos a los reyes, como muestra de respeto, gratitud y reconocimiento. No hacerlo se consideraba ofensivo y podía tener consecuencias no gratas. Un grupo de sabios viajó a Jerusalén en busca del rey de los judíos que había nacido; y no hallándolo en aquel lugar, fueron a Belén.
Pero el mejor regalo de aquellos sabios fue la adoración sincera: “postrándose, lo adoraron”.
El mesón donde lo encontraron no parecía ser el lugar más apropiado para el nacimiento de un rey, pero a los sabios no les importó. “Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra” (Mateo 2:11). Los tres regalos eran de gran valor económico y social en aquel entonces. Pero el mejor regalo de aquellos sabios fue la adoración sincera: “postrándose, lo adoraron”.
Para la celebración del nacimiento de Jesús, nuestro mejor presente es y siempre será la adoración, reconociéndolo como nuestro Señor y entregándole el control de nuestra vida. Lo que empezó humildemente en un pesebre es el mejor regalo de todos los tiempos. ¡No podemos ganar a Dios en generosidad y entrega!
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, más tenga vida eterna” (Juan 3:16). Aprovechemos estas festividades para compartir su regalo con todo el mundo. Adoremos y actuemos.
¡Feliz Navidad!
Carlos Villa
Promotor ministerial