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Hace unos días, en un día cualquiera de la semana, fui a un centro comercial y me encontré con un parking abarrotado de gente, lo que me hizo imposible aparcar. “¿Qué está pasando aquí?”, me pregunté. Al instante, me di cuenta de que la razón por la que había tanta gente era por las conocidas y famosas rebajas.

Durante esta temporada, muchos negocios y marcas reducen los precios de algunos artículos con el objetivo de incentivar las ventas y lograr que los mismos se compren con mayor rapidez. Las rebajas pueden ser de un 10%, 20%, y en algunos casos, llegar hasta un 50% o incluso un 70% de descuento respecto al precio original.

En medio de todo este bullicio de gente, productos y descuentos, me pregunté: ¿Está ocurriendo algo similar con el evangelio en estos tiempos? ¿Se ha puesto el evangelio en rebajas?

Hoy en día, si observamos la predicación del evangelio en nuestro país, notamos cómo, en muchos contextos, se presenta un mensaje como un producto comercial, rebajado a cualquier precio con la intención de lograr una mayor aceptación y “compra”. Este evangelio descentralizado busca mover masas. Tratar el evangelio como una mercancía, presentarlo como un objeto que satisface nuestras necesidades personales, transmitirlo de forma incompleta o errónea, o vivir de manera incoherente con su mensaje, son formas tristes de rebajarlo.

No podemos reducir la predicación del evangelio a un simple mensaje motivacional o de psicología positiva. La verdadera buena noticia solo tiene sentido cuando entendemos la mala noticia que nos envuelve. Obviar esto último es poner una etiqueta de descuento al mensaje.

No podemos reducir la predicación del evangelio a un simple mensaje motivacional o de psicología positiva.

Hace muchos años leí un libro que me resultó particularmente interesante: El precio de la gracia, de Dietrich Bonhoeffer, un teólogo, filósofo y pastor alemán de gran influencia en el siglo XX. En su obra, Bonhoeffer introduce dos conceptos que me encantan y que podrían ayudarnos a entender qué es y qué no es un evangelio en rebajas: gracia barata y gracia cara.

Un evangelio rebajado no solo disminuye el mensaje, sino que puede llevar a muchos a una falsa seguridad, haciéndoles creer que no hay necesidad de arrepentimiento o de una vida comprometida con el Señor.

En su obra, Bonhoeffer introduce dos conceptos que me encantan y que podrían ayudarnos a entender qué es y qué no es un evangelio en rebajas: gracia barata y gracia cara.

  • Gracia barata:La gracia barata es la gracia que damos a los demás sin ninguna exigencia. Es la gracia que se ofrece a aquellos que no están dispuestos a comprometerse. Esta gracia implica un perdón sin arrepentimiento, una gracia sin discipulado, sin cruz, sin Jesús. Es una gracia fácil y cómoda, que no exige un cambio real en la vida del creyente.
  • Gracia cara: “La gracia cara es el evangelio tal como es, en su pureza. Es la que nos lleva a seguir a Cristo, y tiene un precio, porque requiere todo lo que somos. Esta gracia no es barata; es un llamado a la obediencia, a seguir a Cristo sin excusas ni reservas, hasta la cruz. Es la gracia que transforma vidas y demanda un compromiso real con Jesús.”

¿Cuánto costó?

Es fundamental recordar que el precio de nuestra salvación fue extremadamente costoso. Jesús, el Hijo de Dios, dejó su trono de gloria, se encarnó, se despojó de sí mismo y, finalmente, fue sacrificado en la cruz, derramando hasta la última gota de su sangre para que pudiéramos ser justificados, redimidos, salvos, etc.

“Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación.” 1 Pedro 1:18-19

Es curioso notar que, aunque el oro y la plata son minerales valiosos y difíciles de corromper, nada se compara con la sangre de Jesucristo, que es incorruptible, inalterable y de un valor incomparable. La salvación que el Señor nos ofrece es gratuita, pero tuvo un gran costo. Y el evangelio, aunque es un regalo, también demanda, exige algo de nosotros. Jesús mismo lo dejó claro cuando dijo a sus discípulos:

“Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.” Mateo 16:24-25

La respuesta al evangelio debe brotar de un arrepentimiento sincero, un corazón dispuesto a negarse a sí mismo, a tomar su cruz y morir al pecado junto con Cristo, para resucitar en Él y seguirle con fidelidad.

Conclusión

Predicar un evangelio “en rebajas” trae consigo un estallido de fuegos artificiales llenos de luces coloridas con visibilidad momentánea. Un evangelio rebajado no solo disminuye el mensaje, sino que puede llevar a muchos a una falsa seguridad, haciéndoles creer que no hay necesidad de arrepentimiento o de una vida comprometida con el Señor. No podemos hacer del evangelio un producto de consumo rápido que satisface momentáneamente nuestras necesidades, sino un llamado que nos invita a la santidad, la obediencia y el sacrificio.

Así que, bajo ningún concepto rebajemos el mensaje. Que nunca nuestro intento de contextualizarlo nos lleve a modificar la verdad fundamental. El apóstol Pablo lo tenía muy claro cuando, en su carta a los corintios, dijo:

“Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura.” 1 Corintio 1:23

Tomemos nota de esto y seamos fieles al Señor y a su palabra.

Carlos Villa – Coordinador nacional

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