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¿Qué tiene la felicidad que la hace tan anhelada y perseguida? Seductora y misteriosa, parece estar siempre fuera de nuestro alcance. Sin embargo, a lo largo de la historia ha sido objeto de búsqueda y reflexión. Filósofos, psicólogos y escritores han hablado, escrito y debatido sobre ella. ¿Qué es realmente la felicidad y cómo se puede lograr? ¿Es posible alcanzarla en esta vida?

El arte también ha intentado representarla y definirla simbólicamente. En el Museo del Prado de Madrid se encuentran dos obras neoclásicas que la encarnan de maneras distintas. La Alegoría de la Felicidad (siglo XVIII), una escultura anónima de escayola, muestra una figura femenina idealizada, presentando la felicidad como un estado elevado, virtuoso y difícil de alcanzar. Por otro lado, La Felicidad (1855), atribuida a Andrés Rodríguez, representa a una mujer con una corona de laureles, símbolo de triunfo, y una espada bajo su pie, aludiendo a la victoria sobre los conflictos. A sus pies, una cornucopia simboliza la abundancia y la prosperidad, mientras que un niño leyendo refuerza la idea de que la educación y la inocencia son caminos hacia la dicha.

¿Estamos reduciendo el evangelio a un antídoto contra la infelicidad?

Otra obra significativa, aunque no se encuentra en este museo, es La Felicidad Eterna, un boceto realizado en 1813 por José de Madrazo y Agudo, por encargo de Carlos IV durante su exilio en Roma. Esta alegoría representa la felicidad como un ideal trascendental, reforzando la idea de que su plenitud solo se alcanza más allá de lo terrenal.

Así como en el pasado la felicidad fue representada en el arte como un ideal elevado, hoy en día sigue siendo un objeto de adoración, aunque con nuevas formas y promesas. Hoy, la felicidad se ha convertido en el propósito central de muchas vidas, adoptando el papel de una diosa moderna, una Diana de los Efesios que todos buscan, adoran y persiguen. En torno a ella han surgido “Demetrios” contemporáneos: comerciantes que lucran con este anhelo, ofreciendo atajos y fórmulas superficiales, cargadas de píldoras de serotonina y promesas efímeras de bienestar.

“Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti.” Agustín de Hipona

¿Estamos reduciendo el evangelio a un antídoto contra la infelicidad?

Frente a esta obsesión por la felicidad, cabe preguntarse: ¿Cómo está respondiendo la Iglesia a esta demanda? ¿Es posible que estemos moldeando el mensaje del evangelio para ajustarlo a una exigencia social? Presentar el evangelio como una simple “píldora” contra la infelicidad es un error. Si lo enfocamos únicamente en satisfacer esta búsqueda humana, corremos el riesgo de distorsionar su verdadero propósito.

Es evidente que el pecado ha causado un profundo desajuste en el ser humano, dejándolo incompleto sin Dios. Como dijo Agustín de Hipona:

Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti.

Sin embargo, el propósito principal del hombre no es su felicidad personal, sino la gloria de Dios. Si analizamos la felicidad desde una perspectiva bíblica, veremos que su significado rompe por completo con los estándares del mundo, ya que no se basa en el placer, el éxito o la ausencia de sufrimiento.

Aunque la Biblia no define la felicidad en términos humanos, sí la relaciona estrechamente con el concepto de bienaventuranza. Un claro ejemplo de esto es el Sermón del Monte (Mateo 5:3-12), donde Jesús proclama las Bienaventuranzas:

Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.” (Mateo 5:4)

Desde la perspectiva del mundo, alguien que llora difícilmente podría ser considerado feliz. Sin embargo, la felicidad bíblica no se basa en la ausencia de dolor, sino en la bendición de recibir la consolación de Dios en medio de la aflicción.

El Salmo 1:1-2 nos muestra que la verdadera felicidad se encuentra en la obediencia a Dios y la meditación en su Palabra, lo que conduce a una vida llena de bendiciones:

Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche.

Por otro lado, Proverbios 16:20 refuerza la idea de que la confianza en el Señor es clave para experimentar la verdadera felicidad.

No depende de las circunstancias externas, sino de nuestra relación con Dios y de cómo elegimos vivir según su voluntad:

El que entiende y guarda la palabra hallará el bien, y el que confía en Jehová es bienaventurado.

Conclusión

La Biblia nos desafía a no definir la felicidad según los estándares del mundo ni a presentar el evangelio como una vía para alcanzar bienestar terrenal. El evangelio no es un medio para obtener felicidad emocional, sino el mensaje de salvación para todo aquel que cree en Jesucristo.

En nuestro folleto titulado “Si buscas la felicidad”, invitamos a las personas a detenerse y reflexionar:

¿Qué estás buscando y dónde lo estás buscando?

Porque el evangelio no promete felicidad terrenal, sino salvación y vida eterna en Cristo Jesús, lo cual es un regalo mucho mayor que cualquier felicidad pasajera.

Carlos Villa – Coordinador nacional

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