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AGUA VIVA

Imagina que estás en la playa, el sol brilla intensamente y el calor es sofocante. Llevas varias horas sentado en la tumbona bajo la sombrilla sin darte un baño. Abres tu nevera y descubres que no queda ni una gota de agua; y que tu sed va en aumento. De repente, oyes la voz de alguien que grita: ¡agua, refrescos, helados! En ese momento das un salto de la tumbona y vas a comprar agua. ¡Qué bien sienta el agua fresquita!

Todos hemos experimentado la sed como esa señal que nos avisa de que nuestro cuerpo necesita agua. Hay varias clases de sed. La sed física, la del ego; y la del deseo lujurioso que busca satisfacción bebiendo, donde no es debido, lo que no satisface ni sacia. Jesús dijo:

“Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.” (Juan 7:37)

¿A qué tipo de sed se refería? Cristo habla de una sed espiritual que sólo él puede satisfacer. Esta sed no puede saciarse con la política, y tampoco con la religión; de hecho ningún sistema humano puede saciar esta clase de sed. Sólo Jesús sacia la sed del alma; la sed del que busca la verdad y la justicia. Es Jesús quien dijo: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.” (Mateo 5:6)

Se dirigía Jesús a Galilea y tenía que pasar por Samaria, y cansado del camino se sentó junto a un pozo; allí estaba cuando llegó una mujer samaritana a sacar agua. Jesús entabló conversación con ella pidiéndole que le diera de beber, lo cual extrañó a la mujer, porque judíos y samaritanos no se llevaban nada bien, y así se lo dijo. Jesús le respondió que si ella supiera quién era el que le pedía de beber, ella le pediría y él le daría agua viva. La extrañeza de la mujer iba en aumento; el pozo era hondo y Jesús no tenía nada con que sacar el agua. ¿Cómo lo iba a hacer? Entonces Jesús le dijo: “Cualquiera que bebiere de esta agua volverá a tener sed; pero el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna”. (Juan 4:14)

Deseo de corazón que este verano aumente tu sed de Dios y que puedas decir lo que el salmista: “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo”. (Salmos 42:1-2)

Jesús no sólo nos da el agua viva que es su palabra, sino que ha prometido que del interior de quienes creen en él correrán ríos de agua viva. ¡Qué bendición! ¡Qué privilegio! Haz que otros reciban esta bendición. Toma la palabra, unos cuantos folletos y haz que ese agua viva llegue a otros. ¡Anuncia a los cuatro vientos el agua viva que quita la sed!

Carlos Villa
Promotor ministerial

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